viernes, 17 de febrero de 2017

Cuentos. El principito y los límites del universo.

Allí estaba el principito, en su planeta B612 viendo un atardecer más. Como de costumbre Salviati apareció a su lado.

- Señor Salviati -saludó el principito-
- Buenas caballero, ¿qué pensamientos pueblan la cabeza de mi buen amigo? ¿Quizá piensas en tu rosa? ¿Quizá en tu cordero? -contestó Salviati-
- No, esta vez no. -Y calló por un instante- Al mirar esta última puesta de sol me estaba preguntando cómo es de grande el universo y cómo serán sus fronteras. Si consiguieran los pájaros llevarme hasta ellas y me asomara ¿Qué vería más allá?
- Hooo, ya veo. Que interesantes preguntas tienes hoy!!! Precisamente tengo aquí dos inventos mágicos, dignos del bolsillo de Doraemon, que podemos utilizar para que tú mismo las contestes.

Salviati sacó de su bolsillo un pequeño reloj y una extraña regla:



- Pero antes de usarlos vamos a empezar por comprender que 1 + 1 no siempre son 2.

El principio permaneció en silencio y observando atentamente, sabía que Salviati, cuando empezaba así, era digno de ser escuchado.

- Estamos acostumbrados a pensar en las distancias como algo que no puede cambiar. Un metro es un metro, y si hay diez metros hasta la pared, siempre serán diez metros. Pero tito Albert Einstein nos enseñó que no, que esto solo es así aparentemente. Las cosas con masa, como tú y yo, o tu pequeño planeta B612, comprimen el espacio, de tal forma que lo que mide un metro, al acercarse a tu planeta mide algo menos. Las estrellas tienen tanta masa, que cerca suya el espacio está aún más curvado y este efecto se nota más aún. Es complicado comprobarlo, porque la regla que usaras para medir también habría encogido , - )))

- Bien, pero, ¿y eso qué tiene que ver con el tamaño del universo? ¿Y para qué son ese reloj y esa regla?  -recordó el principito, que jamás olvidaba su pregunta una vez que la había formulado.

- A eso vamos mi joven amigo, a eso vamos. Este reloj me lo regaló una buena amiga Lilian Pardo, y al pulsar su botón, todas las leyes físicas del universo se detienen, incluido el tiempo.

- Hoooo, magnifico -dijo el principito- ¿Y la extraña regla?

- Esta me la regaló mi amiga Ana Kancer, y es una regla perfectamente recta que puedes estirar y estirar sin límite.

El principito sonrió ampliamente. Le encantaban estos objetos tan extraños.

- Pero, ¿y eso qué tiene que ver con el tamaño del universo? -Ya sabemos que una vez formula una pregunta, el principito nunca renuncia a ellas-

- Pues vamos con el experimento, entonces.

Salviati pulsó el botón del reloj, y todo pareció congelarse de pronto.

- Solo tú y yo podemos movernos ahora

Empezó a estirar la regla, que formaba una línea perfectamente recta que se alejaba de B612 sin esfuerzo, ya que el reloj impedía que las leyes de la física dificultaran tal labor.

Estiró y estiró por mucho tiempo, aunque el propio tiempo estaba detenido, por lo que no se les hizo pesado.

De pronto, ante la mirada atónita del principito, la punta de la regla apareció en el cielo directa hacia ellos.

- ¿Cómo puede ser esto posible? -Preguntó el principito- ¡la regla es perfectamente recta pero se ha doblado hasta volver a nosotros!!!

- No -contestó Salviati- La regla no se ha doblado, sigue siendo recta. Pero como puedes ver sale de mi mano, y su punta vuelve hacia ella.

- Pero ¿cómo?

- No es la regla la que se ha doblado, sino el propio espacio el que está curvado sobre sí mismo. Si ahora que tenemos el universo parado partieras hacia las fronteras del universo, en vez de alcanzarlas volverías a B612 aunque mantuvieras tu rumbo perfectamente recto.

- Increíble, apasionante, el universo se autocontiene, el espacio se curva sobre sí mismo por la gravedad generada por la masa -se repetía el principito a fin de recordarlo, y por un momento permaneció en silencio- Pero ahora ya no habrá más amaneceres.

- No te preocupes -dijo Salviati- ahora mismo recogemos la regla y volvemos a poner en marcha las leyes del universo. Me quedaré contigo a ver un amanecer más.

- Sí -dijo el principito contento- y este será aún más bello que el último.

Los dos amigos sonrieron.




lunes, 30 de enero de 2017

Cuentos. Las tres princesas.

Erase una vez un rey poderoso y rico. Su reino era extenso y próspero, pero su mayor tesoro eran sus tres hijas.

Ellas eran muy diferentes unas de otras. La mayor, Nube, era muy emocional y tímida. Su hermana Nio era brusca y distante. La pequeña, Áure, un torbellino de energía que no paraba nunca.

El rey enviudó, y la relación con sus hijas se volvió más complicada. Las tres se terminaron por distanciar de él, y así pasaron bastantes años.

El rey se encontraba en muy mala situación. Solo, sin su mujer ni sus hijas y con las presiones de gobernar su mente empezó a decaer. No cuidaba su salud y sus decisiones eran las de un demente. Necesitaba ayuda de forma urgente, o sería el fin para él y su reino.

Nube no paraba de pensar en él. Su preocupación era constante y profunda. No se permitía ni un instante de felicidad. A todas horas se devanaba los sesos pensando qué sería de su padre y qué le estaría pasando. Ni dormía por las noches de preocupación, pero no era capaz de hacer nada, jamas iba a verle ni se ponía en contacto con él de ninguna forma.

Áure visitaba constantemente a su padre. Todo el rato le decía lo que tenía que hacer y le machacaba una y otra vez recordándole lo mal que hacía las cosas. Después, cuando se había desahogado se marchaba.

Nada se sabía de la antipática Nio.

La situación se volvió límite, ya que los vientos de debilidad llegaron a oídos del pueblo vecino, que rápidamente mandaron un emisario para que visitara al rey y confirmara si era o no sencilla su derrocación.

Nube supo de la visita del emisario y de sus intenciones, pero el miedo la impidió hacer nada. Áure andaba castillo arriba y castillo abajo gritando a su padre cómo debía actuar, y una vez más, antes de que el emisario llegara desapareció.

Todo estaba perdido. El emisario entró en el salón del trono, presidido por un rey acabado. La media sonrisa del emisario lo decía todo. Pero en ese momento alguien más entró en salón: Era Nio, vestida para la guerra, y empuñando una gran espada. Sin mediar palabra se dirigió hacia el emisario manteniendo sus ojos fijos en él. Tras ponerle una mano en el hombro y cargar la otra, la de la espada, ligeramente hacia atrás, le habló lentamente y en voz baja: "Lárgate de aquí ahora mismo, y dile a tu señor que se mantenga fuera de nuestras fronteras"

El emisario, sorprendido de seguir con vida huyó. El rey quedó estupefacto. Hacía años que no veía a su hija y la situación era más que inesperada. Pero supo cómo reaccionar. Se levantó, y dio unos pasos hacia ella. Con la voz aún temblorosa pero con gesto firme se quitó la corona y amablemente se la ofreció.

Y tu... ¿De verdad crees que lo que sientes y callas o lo que dices sin dar ejemplo vale algo comparado con lo que haces?




domingo, 22 de enero de 2017

Motauros 2017

Este fin de semana ha sido Motauros 2017, y como desde hace 19 años, he asistido con mis amigos moteros.

He de escribir aquí que esta concentración ya no es lo que era, y no por la organización, que es bastante buena, y no por la afluencia de público, que sigue aumentando año a año. Es por nosotros.

Y es que no hay otra forma más clara de decirlo: Estamos viejos. Son ya muchos años haciendo las mismas cosas, y lo que hacía especial estos días ha pasado a aburrir. Rubén, era muy graciosa tu chupa sucia y tus botitas ardientes, pero contar un chiste 19 veces, de verdad, no puede hacer gracia.

La fiesta cada año va a peor, con moteros cada vez menos moteros y resakas cada vez más pegajosas, las motos cada vez nos interesan menos... joder, nunca fueron más que ruedas y motores, y estar 48 horas sin comodidades ha pasado de no hacer gracia, a no apetecer, directamente.


Este podría ser el resumen de estos dos días de concentración motera, pero no es así... nada más lejos de la realidad.

Si algún resumen puedo hacer de este motauros, si alguna sustancia ha llegado a mi ha sido la idea de que la importancia de esta quedada está perfectamente intacta. ¿Cómo puede ser? ¿Es que no hay algo de verdad en lo anterior?

Cada año somos un año mayores -justo- y las resakas seguramente se llevan algo peor, pero eso no afecta ni un ápice a la fiesta que nos corremos. Con los años lo único que ha cambiado es la cantidad de anécdotas que tenemos para recordar, y cada año fabricamos un buen número de nuevas para los años que vienen.

No hay cambio en la ilusión que me hace según se acerca la fecha,
no hay cambio en la alegría de volver a veros a tod@s,
no hay cambio en las ganas de llegar y vestirme adecuadamente,
no hay cambio en mi amor por el fuego -nunca fue por competir-,
no hay cambio en las risas,
no hay cambio en la pasión sincera por las motos -como mucho aumenta-,
no hay cambio en lo moteros que somos los "putos peatones",
no hay cambio en los que faltan, que nunca faltan del todo,
no hay cambio en los que no faltan que mantienen esto en pié,
no hay cambio en los nuevos, que al rato ya son uno más a quien coger cariño y añorar,
no hay cambio en la pena de que tenga que acabarse en ese suspiro que son las trepidantes 24 horas más vikingas del año,
no hay cambio,
no hay cambio.

No hay casualidad en el grupo que hemos formado. Por muchos años.


martes, 17 de enero de 2017

Cuentos. La isla de Magnos y Formici

Erase una vez dos pueblos que convivían en la misma isla. Los Magnos ocupaban casi todo el territorio y se sentían grandes y poderosos. Los Formici era un pueblo mucho más modesto y tranquilo.

Las disputas entre ambos pueblos eran claras y continuas. La convivencia, en una sola isla con recursos limitados, estaba lejos de ser sencilla. De esta manera la guerra entre ellos se veía inevitable. Además, los Magnos se sentían muy superiores y capaces, y eso no ayudaba a la paz.

Cuanto la tensión era máxima, y la guerra inminente, el anciano más sabio del lugar propuso una disputa no bélica para resolver el conflicto: Cada pueblo elegiría al más fuerte miembro de su comunidad para superar una prueba de fuerza. Empujarían una gran piedra hasta la cima del volcán que coronaba la isla. El pueblo que consiga llevar su piedra antes tendría derecho a toda la isla, y el pueblo perdedor debería abandonarla.

Ambos pueblos quedaron conformes y el día señalado mostraron a sus elegidos. El gran Magno era un hombre tremendamente grande, corpulento, y fuerte. Se sentía confiado de su fuerza, y se había preparado mucho para el gran esfuerzo. Estaba listo. El candidato de los Formici era una mujer normal y corriente, carente de una fuerza especialmente grande, y de ningún otro atributo que pareciera destacar como para justificar su elección.

La burla entre los Magnos era evidente. Su victoria estaba aún más clara que nunca. La preparación mental y física de su candidato para el gran esfuerzo era la mejor.

Se mostraron las dos grandes piedras y ambos candidatos se situaron frente a ellas. Eran mucho más grandes de lo que nadie hubiera imaginado, y aunque redondeadas y lisas, todo el mundo se sobrecogió al verlas, pues de pronto la labor se antojaba fuera de lo posible para un ser humano.

El gran Magno, utilizó su gran preparación para no sentirse impresionado, y en cuanto la prueba comenzó, ansioso, asió su piedra y empujó con todas sus fuerzas. Descargó contra ella todo el trabajo que era capaz de hacer con la violencia y rapidez que tanto había planeado. La piedra, sin embargo, apenas rodó unos metros. Pocos minutos después el gran Magno había sido vencido claramente por la piedra, y todos dieron por perdida la prueba.

A todo esto, la mujer Formici se mantenía tranquila y quieta, observando el fracaso de su contrincante. Ambos pueblos volvieron a sus casas frustrados y dando por inválida la prueba, al considerarla fuera del alcance de un humano.

Sin embargo, la mujer Formici hizo algo antes de irse... dio un pequeño empujón a su piedra, y la movió tímidamente.

Desde entonces, todos los días seguía la misma rutina: Tres veces al día se desplazaba hasta su piedra y repetía aquel pequeño esfuerzo, con aquel pequeño resultado.

Pasados muchos meses, la mujer Formici acudió al sabio, y este convocó a ambos pueblos. Cuando ya nadie se acordaba del asunto de las piedras, una de ellas se alzaba sobre la cima del volcan. La piedra Formici. Ella lo había conseguido. Todo el mundo se preguntaba cómo ella, sin destacar por su fuerza había conseguido lo que el corpulento Magno no. Muy tranquila, la mujer Formici explicó que los grandes esfuerzos no son los que se hacen en un solo momento, sino los que hay que hacer todos los días. Explicó, que por mucho que nos gustaría conseguir las cosas rápidamente con un solo gran esfuerzo hay muchas tareas que es inútil intentarlas así, pues solo se consigue frustración y fracaso. La única forma de conseguirlo es con los pequeños grandes esfuerzos diarios.

Y tu, ¿Cuantas cosas has intentado conseguir como los Magnos, cuando deberías comprender que por mucho que te gustaría conseguirlas así, solo siendo un Formici lo harás?

Adelante... sé un Formici... ahora sabes cómo hacerlo!!!



jueves, 12 de enero de 2017

Cuentos. El alfarero.

Erase una vez un gran alfarero. Su familia y sus amigos sabían lo que era capaz de hacer. Ante un poco de barro, sus diestras manos creaban las más increíbles y magníficas obras de arte. Cada obra que terminaba era aún mejor que la anterior, y de esta forma llegó a terminar piezas dignas del mejor museo del mundo. Todos estaban muy contentos, porque la fama y la gloria para él era inevitable, y estaban seguros de que el mundo del arte iba a revolucionarse con su obra.

Un día, el alfarero se postró ante su barro, y todos esperaban ansiosos, pues sabían que estaba a punto de hacerse historia. Pero algo ocurrió. El alfarero solo estaba delante de su barro, pero no hacía nada con él.

No pasa nada, decían algunos. Seguro que es algo temporal... pero los días pasaron, y el alfarero siempre repetía la misma rutina. Se lavaba las manos concienzudamente, se sentaba frente al barro, y se mantenía inmóvil durante horas.

De esta terrible forma pasaron semanas, meses... años... hasta que un fatídico día el alfarero murió. Su gran obra, que perduraría más allá de él mismo, nunca vio la luz, pues allí estaba el húmedo y torpe barro aún sin forma.


Y a ti... ¿Seguro que no tienes tu barro delante tuya y no le estás dando forma?