miércoles, 10 de febrero de 2010

Diálogos. Lógica natural

Salviati entraba en su cafetería preferida. Siempre era un lujo cotidiano poder disfrutar de los ratos con sus dos amigos en aquél sitio, sabiendo, además, que tendrían una de sus memorables charlas. Sagredo estaba ya sentado en su silla de siempre, y aunque su azúcar seguro estaba ya disuelta, seguía removiendo su habitual café con leche.

- SAGR: Buenas tardes. Me he permitido el lujo de adelantarme y pedir.
- SALV: Perfecto. Ahora mismo le secundo. ¡Disculpe, por favor, un café solo! Y Simplicio, ¿Aún no ha llegado?
- SAGR: No, aún no. Sería demasiado para él respetar, por un día, la hora fijada para nuestra reunión.
- SALV: Y usted, ¿como se encuentra?
- SAGR: Vamos tirando. Demasiado bien está uno para el medio tan hostil en el que vivimos en esta ciudad. Deberíamos ser más ecologistas y cuidarnos cuidando el mundo en el que vivimos.

Salviati permaneció inmóvil por un momento, como si algo hubiera colapsado su cerebro y le impidiera seguir moviéndose. No fue mucho, pero consiguió llamar la atención de Sagredo…

- SAGR: ¿En que está pensando?, si me permite preguntarle.
- SALV: Me ha llamado mucho la atención su comentario, señor. ¿Se ha fijado cuan interesante resulta la estrecha relación entre nuestro medio, la biosfera, y nosotros mismos?
- SAGR: Ciertamente, si señor. Bien conoce la que tanto le gusta a usted llamar la ley de leyes, la evolución de las especies de Darwin. Según esta teoría los individuos de las distintas especies cambiamos aleatoriamente generación tras generación y es el medio ambiente el que nos modela seleccionando a los descendientes que mejor sobreviven en él.
- SALV: Por favor, señor Sagredo, ya sabe que no me gusta que se la llame teoría. Y si, la ley de leyes nos une con la parte no biológica de la biosfera.

Simplicio irrumpe en la conversación retirando ruidosamente la tercera silla, que estratégicamente ya estaba preparada junto a la mesa…

- SIMP: Ya estamos blasfemando con su idolatrado Darwin. Denme al menos un respiro antes de seguir, y cuéntenme que me he perdido de la que ya va a ser seguro la discusión que nos va a ocupar. ¡¡¡Camarero, un te rojo con sacarina, y no me lo traiga ardiendo, como el último día, que perecía subido del mismo infierno!!!
- SAGR: Buenas tardes señor Simplicio. Comentábamos la íntima relación entre lo vivo y lo no vivo de nuestro entorno, a raíz de la importancia que señalaba de ser ecologistas.
- SIMP: Bueno, polvo eres y en polvo te convertirás.
- SALV: Bajaba yo mucho más a la raíz de esta relación. Si se fijan podrán comprobar que físicamente lo único que crea diferencia es la cantidad de información contenida en lo vivo. Desde el punto de vista químico y llegando al psicológico, lo orgánico está formado por moléculas muy complejas en las que los átomos guardan una gran cantidad de información contenida en sus posiciones, y son estas posiciones las que las enriquecen cualitativamente para llegar a formar células, la estructura básica de la vida. Desde ellas, creando una nueva capa de información en la relación que establecen unas con otras, consiguen formar tejidos, órganos y por último seres complejos como nosotros, en los que por encima de todas hay una extensísima y densa capa formada por la parte no física de nuestro cerebro, la información que contiene y los procesos mentales que la modelan y alimentan.
- SIMP: Sin duda –interrumpió Simplicio-, la diferencia entre las piedras y los animales es que se les ha dotado de vida, y la diferencia entre los hombres y los animales es que se nos ha dotado de alma.
- SAGR: Dejemos continuar a nuestro querido Salviati, ya que estoy intrigado. Hablábamos de semejanzas con lo inorgánico y solo ha enumerado diferencias.
- SALV: Lo profundamente interesante de estas diferencias es que cuanto más sabemos de ellas, más débiles y contextuales se vuelven. Si bien es cierto e indudable las diferencias químicas, nada en nosotros deja de ser simples átomos comunes y corrientes en cualquier forma no viva. Incluso me atrevería a decir más, puede que nada en nuestra parte más distintiva, nuestra inteligencia, sea ajeno a lo inorgánico.
- SAGR: ¿Se refiere usted, a inteligencia natural?
- SIMP: A ver si por una vez vamos a estar de acuerdo… Dios está en todas partes, y por tanto su sabiduría suprema es el eco que puedes escuchar allá donde estuvieres.
- SALV: Me refiero a que la inteligencia se habla en el lenguaje de la lógica, y que existe una lógica natural. Una lógica que esta presente, con precisión cirujana, en lo más íntimo de las leyes naturales y que consigue cuadrarlas para que el resultado de su aplicación sea un universo habitable. Señor Simplicio, antes que la emoción de coincidir conmigo en este asunto le asuste, permítame desilusionarle. Esta coincidencia queda explicada científicamente en el principio antrópico, que junto con la ley de leyes de mi querido Charles Darwin parecen formar una única norma que estaba presente antes incluso del propio universo. Desde luego ha modelado desde el principio todo lo que ha ocurrido en él, y nosotros, y nuestra propia inteligencia son su resultado.
- SAGR: Según sus palabras somos el resultado inevitable de las leyes que hay en nuestro universo. Que ironía, teniendo en cuenta lo excepcionalmente curiosos que somos.
- SALV: Seguiré pensando para poder decidirme que consecuencias se derivan de lo comentado. O bien la inteligencia no existe y es solo un grado de complicación informativa, únicamente cuantitativa y no cualitativa, o bien la inteligencia existe en nosotros heredada de la que existe en la naturaleza, escrita en el lenguaje de la lógica. Siento que tenga que abandonarles tan pronto. Mis obligaciones me reclaman. Me comprometo a una nueva cita, si ustedes aceptan.
- SAGR: No se disculpe, nos deja usted con tarea, asimilando nuestra charla de hoy.
- SIMP: Termínese, al menos el café. Los lujos de este sitio están para ser aprovechados.

Salviati apuró el último trago de su intenso café, forzado, un poco, por el comentario de su espinoso pero querido amigo. Tras un gesto amable de despedida se apresuró a la salida, perturbado por sus pensamientos de los que no era capaz de librarse.

2 comentarios:

  1. Nunca he entendido la diferenciación organico-inorganico, ni casi la de vivo-muerto, todo es tan arbitrario! Creo que todas las categorias que manejamos son falsas, profundamente falsas.

    Un ejemplo: Defineme como quieras que es estar vivo, y yo te encuentro muchas cosas que consideras no-vivas que encajan en tu definición y al contrario.

    Un planeta cumple con todo lo que clasicamente es ser vivo, idem. para una galaxia... y por otro lado, el típico "viven, crecen, se reproducen y mueren", excluye como ser vivo a alguien esteril, pero incluye al virus informatico.

    Pasa como con neptuno, que va y deja de ser planeta... eso no es serio, lo mismo le pasa de vez en cuando al virus, que dejar de estar vivo a muerto según la definición que uses.

    Y pasa con todo, la inteligencia siempre nos separó del resto de animales (cuantas veces alguien me ha negado ser un animal: "somo personas, no animales") pero luego resulta que no es así, tanto por el energumeno que grita no ser un animal, como por el animal no-humano que resuelve problemas complejos (los pulpos son unos fieras, por cierto).

    Es el alma lo que nos diferencia, la autoconsciencia... ops, alto, delfines, loros y monos lo son, se reconocen en el espejo inmediatamente (los gatos no, todo el mundo lo sabe) e incluso algunos robots lo aparentan (tranquilos, no están "vivos" ¿no?)!

    Si mañana crean una inteligencia artificial con todo eso, y hasta le coges cariño -igual yo soy una, je je- cuando apagas el ordenador y matas la tarea... ¿no eres un asesino de almas?

    Lo del robot, sacada de aqui: http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=TphFUYRAx_c

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  2. Tu comparación entre alma y autoconsciencia me ha recordado mucho a mi amigo Juanjo, del que habrás visto comentarios por aquí.

    Mi definición de vida está incompleta, siempre en constante actualización, y creo y espero que así siga siendo siempre... podría quedar así:

    Concentración cualitativa de información emergente ante la agrupación, en capas sucesivas, de sus elementos cuantitativos, siguiendo la ley de leyes (la evolución de Charles Darwin), con intención de legarse en un medio analógico y cambiante.

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